PERFIL
Josué Rodríguez: periodista sin querer
por Alejandro Alfonso y Juan Esteban Lozano
Josué Rodríguez sabe lo que hace. O al menos lo sospecha. Y eso que hace no es nada más que mirar al morbo bogotano a los ojos.
Una pregunta azota la mente de los bogotanos: ¿en qué colegio estudian las viejas más atractivas? Después de extenso debate entre el equipo editorial, de horas de investigación y de uso de los algoritmos más complejos escritos desde Facemash, nos encontrábamos en el mismo lugar en el que comenzamos. ¿Marymount? ¿Femenino? ¿CNG? ¿Santa María? ¿Acaso necesitábamos una respuesta alocada e inverosímil como las que fueron en su tiempo la teoría de la relatividad y la mecánica celeste de Newton? ¿Acaso, podría ser, tal vez, que las viejas más atractivas estudiaran en el San Carlos? Sabíamos que teníamos que hablar con los expertos. Lo que no sabíamos es que los expertos, el experto, resultaría robándose el foco de nuestra atención de ahí en adelante.
Nadie ha investigado el presente tema más a fondo que Josué Rodríguez, tiktoker y periodista que recorre las calles de Bogotá (usualmente la 85, las de los Andes y las de la Javeriana) haciendo entrevistas a los jóvenes que se lo permiten. Entre su repertorio también se encuentran otras preguntas que anclan en la fibra del transeúnte bogotano: ¿cuánto cuesta tu outfit?, ¿quién es el contacto más famoso que tienes?, ¿cuál es el nombre de man (¡o vieja!) menos atractivo? y ¿qué carrera estudian las viejas (¡o manes!) más atractivas?
Este genio incomprendido le ha valido a Josué un buffet de amores y odios. En la calle niños de múltiples edades (8 a 11) lo saludan con su ingeniosa catchphrase, que repite cada vez que cualquier persona le responde a cualquiera de sus preguntas: ojito, ojito. La Universidad Externado respondió al vídeo en el que preguntaba cuánto vale tu outfit con un patético y mediocre TikTok que intentaba mostrar lo poco que les importaba la ropa de sus estudiantes. #woke. La Universidad Javeriana, impresionada con su riguroso trabajo en redes, lo contrató para cubrir la ExpoJaveriana. La Universidad de la Sábana lo declaró persona no grata en su campus después de que entrara a preguntar en qué carrera estaban las viejas más feas. Marcas como Adidas, BancoFalabella, Rappi y TheFiveBrand han visto el potencial de este prodigio de las redes sociales y han colaborado con él. Colectivos feministas han denunciado en repetidas ocasiones sus vídeos por ser misóginos y cosificar a la mujer. Sus profesores de comunicación social lo han felicitado. Le han escupido en la calle. En fin, un hombre controvertido.
Estos sucesos los conocimos por boca del mismo Josué, que, a diferencia de lo que muchos de ustedes deben de estar pensando, es sólo un hombre. Josué Rodríguez – de pelo liso que se peina para atrás y tez mestiza – se encontró con nosotros vestido con un saquito gris de Undergold, un vapo en una mano y el celular en la otra. Le preguntamos si sabía por qué estaba ahí con nosotros. Con la sagacidad que lo caracteriza respondió que porque lo invitamos.
Una respuesta más enriquecedora hubiera sido que lo invitamos debido a un suceso específico que llamó nuestra atención: un tiktoker bogotano había tenido el impacto suficiente para poner a una de las universidades más prestigiosas del país a hacer tontadas. Un niño de veinte años hizo un vídeo y causó que un asalariado se levantara, tomara un Transmilenio y mantuviera una cara seria durante la reunión matutina en la que le avisaron que su tarea del día era contestarle un tiktok a Josué Rodríguez, entonces estudiante de primer semestre de comunicación social en la Universidad Javeriana. Josué nos confesó que se demoró tan sólo cinco minutos en grabar ese polémico y viral vídeo de cuánto cuesta tu outfit. Lo sabemos, fue un dato que a nosotros también nos tumbó las quijadas de sorpresa.
Fue durante una clase en la Universidad Javeriana que Josué se enteró de que la Universidad Externado de Colombia, alma mater de importantes figuras colombianas como Rodrigo Lara Bonilla, Claudia López y el actual presidente Gustavo Petro, se había tomado el tiempo de responder a sus tiktoks.
—Yo ese día tenía tapabocas y dije ‘No jueputa, que pena’. Llega el man [su profesor] y dice ‘No, yo me empute con los profesores del Externado, yo comenté en Twitter “Por lo menos mi estudiante con veinte años tuvo la originalidad de hacer algo propio”‘.
Josué Rodríguez, aunque tímido y de estatura promedio, tiene un considerable tamaño en las redes sociales bogotanas. Hubo un momento en el que parecía que Josué Rodríguez era el tiktoker más odiado de la ciudad. Se podría incluso decir que ese momento se ha repetido varias veces. Él considera que las cosas cambiaron entre el segundo semestre del 2022 y lo que va del 2023. Antes recibía comentarios negativos tanto en sus redes como en persona, pero ahora, desde lo que él percibe, la cantidad de estos comentarios se ha reducido. Cree que un buen ejemplo de la reducción de este odio fueron sus experiencias vividas durante ExpoJaveriana, la feria que se realiza con el objetivo de convencer a niños y niñas de colegio de estudiar en la Universidad Javeriana. -Habían niñas de colegio que lloraban, gente gritando, cerraron un edificio porque colapsó, era una vaina muy loca- dice Josué con orgullo. -¿Por usted? ¿En la Javeriana?- fueron las palabras con las que reaccionó Juan Esteban Lozano, imprudente entrevistador de la Revista Bu!!a.
El tiktoker es consciente de su impacto y entiende que existen razones por las que genera odio. Incluso, Josué menciona que existen vídeos de los que se arrepiente, como por ejemplo uno en el que se burlaba, por medio de un personaje, de un tomadero en los alrededores de la Universidad del Bosque. También dijo que se arrepiente de una de sus preguntas recurrentes (que, nos dice, ha dejado de hacer): ¿qué nombres tienen las “viejas más feas”? Cuando mencionamos la polémica que generó el vídeo de cuánto vale tu outfit Josué nos comentó que él se reivindicó con el vídeo de cuánto cuesta su matrícula (un tiktok en el que les preguntaba a los estudiantes de la Universidad Javeriana sobre sus opiniones acerca del incremento de los precios de las matrículas en esta universidad y en muchas otras de las universidades privadas del país).
Josué comenzó a subir vídeos a TikTok en mayo de 2021, cuando estudiaba en la Universidad del Bosque. Sus primeros vídeos eran sobre los rolos, el tema de moda en el TikTok de la época. Acababa de empezar Crónicas Rolas y lo usual era ver personas burlándose de los rolos y, posteriormente, rolos defendiendo a los rolos. Así llegó a sus primeros 10 mil seguidores en su primer mes. Salió de El Bosque con alrededor de 50 mil seguidores. Luego, al entrar a la Javeriana, comenzó a subir vídeos más seriamente y “se metió en el mundo de los colegios y las Universidades”, los dos principales factores a los que atribuye su éxito en redes. Su primer semestre de actividad en redes lo cerró con 100 mil seguidores. En el momento en el que se escribe este artículo “Ojito” cuenta con 280 mil seguidores.
Recientemente ha entrevistado a dos candidatos a la alcaldía de Bogotá: Rodrigo Lara y Diego Molano. Asimismo, ha entrevistado a varios exfutbolistas del Fútbol Profesional Colombiano. Josué describe su contenido actual como entrevistas, reseñas de comida en universidades y otras variedades. Aún así, reconoce claramente el contenido que lo hizo viral y asegura que no dejará de hacerlo:
-Nunca voy a dejar de hacer el inicio que fue ¿cuál es el nombre más atractivo? ¿en qué colegio están los manes más atractivos?.
Para Josué esa pregunta es clave para que su contenido triunfe en las redes. Dice que un profesor una vez preguntó en clase qué a qué venían los estudiantes a la ExpoJaveriana. Varias personas dijeron que a investigar sobre opciones de carreras y futuros. El profesor dijo que no, que para nada, que esos niños venían a ver a las niñas de la Javeriana y a las de otros colegios gomelos. Tanto para Josué como para su profesor ese es el secreto del marketing: meterse en la cabeza de un niño de dieciséis/diecisiete años.
Fuera de la esfera pública, Josué es un joven universitario que quiere tener una familia, una vida estable y hacer lo que le gusta. Entre esas cosas que le gustan están las redes, el periodismo y la publicidad. Sus principales referentes son Juan Diego Alvira y Jimmy Fallon. Al preguntarle por su motivación, Josué también nos habló de Logan Paul, youtuber estadounidense que se ha encontrado envuelto en diversas polémicas que han surgido alrededor de acciones cuestionables como grabar a un hombre muerto, utilizar un taser en una rata y promocionar un presunto esquema fraudulento de NFTs.
-Ví un vídeo del man en el 2017, que contaba su vida, lo que logró. Y empecé a investigarlo y a meterme mucho en el asunto, a ser muy fan del man. Y vea que el man no tiene un punto medio, el man tiene o gente que dice que es desagradable por lo que hizo o gente que dice que el man es un capo por lo que ha logrado y lo amo total.
Josué Rodríguez es un jóven que ha acumulado más de diez millones de likes en sus vídeos, ha causado incontables impresiones y está comenzando a entrevistar personajes cada vez más relevantes en el mundo de la política, el deporte y la música. Pero ¿es Josué Rodríguez un periodista?. -No, no. Yo siento que me falta mucho por aprender. Sería, yo creo que arrogancia, […] creerme más que mi profesor que me está enseñando o que mis compañeros, decir como yo ya he logrado esto, yo ya he entrevistado a tal estando en segundo semestre. […] Me falta un título, mucho que aprender, saber expresarme, saber cómo formular una entrevista. Porque siento que una entrevista seria requiere un buen trasfondo, un buen estudio y siento que eso me falta.
Es decir, Josué entiende el periodismo no como un rótulo que corresponde a cierto tipo de actividad sino más bien como un estándar de calidad y de rigurosidad. Periodista, para Josué Rodríguez, no es el que entrevista, sino el que entrevista seriamente, con investigación y rigor. Nosotros estamos en desacuerdo con Josué. Él es un periodista, él hace, empíricamente, periodismo. Eso es indiscutible. Pero así como es periodista, Josué es también creador de contenido, pues entrevistar personas en la calle, su idea de vídeo predilecta, es una actividad que baila alegremente en la cada vez más borrosa línea entre estas dos cosas.
El periodismo es, en esencia, la actividad de encontrar, interpretar o difundir aquella información que se considera importante para una audiencia general o específica. Esta información normalmente toma la forma de noticias, ideas, opiniones, comentarios e historias. En el centro de estas distintas iteraciones de información importante se encuentra la pregunta: ¿quién decide qué es lo que se considera importante? Existen dos respuestas muy simplificadas: lo que es importante lo definen los periódicos (periodistas, directivos y dueños con distintos grados de influencia) y lo que es importante lo define la audiencia. Que la revista Semana reporte sobre si La Liendra se va o no de Colombia no puede responder más que a un interés popular por La Liendra. Por otro lado, las recurrentes críticas a Gustavo Petro que propicia la revista probablemente tienen que ver con la línea editorial que la directora Vicky Dávila y sus dueños, los Gilinski, buscan mantener.
En la práctica se da un punto medio entre estas dos respuestas. Un periódico debe ser leído para que su función se cumpla y eso requiere de dos cosas: que su contenido sea accesible y que interese a una audiencia. Como dice el dicho, uno puede llevar un caballo al río, pero no puede hacer que beba. Asimismo, si un caballo quiere tomar agua, uno no puede hacer que beba si no lo puede llevar al río. Son estos dos requerimientos los que están atados a que la información haya sido históricamente determinada como importante o no por los dos grupos previamente mencionados: los dueños de los periódicos controlan los recursos que hacen accesible esta información y la audiencia solo lee aquel contenido que desea (normalmente debido a que lo considera importante).
La democratización de la creación de contenido y la subsecuente aparición del influencer cambió profundamente cómo funcionaban las cosas. La creación de contenido contemporánea, a diferencia del periodismo, tiene como objetivo principal entretener a una audiencia. Esto hace que los creadores de contenido se encuentren en un apuro constante por captar la atención. Asimismo, un usuario de una red social siente el apuro de encontrar en cada refresh algo novedoso. El creador es el encargado de suministrar tal novedad, y pensará día y noche cómo hacer que su contenido suscite una emoción lo suficientemente fuerte para que su audiencia tarde el mayor tiempo posible en pasar a la siguiente genial idea de otro creador igual de competente. Los creadores de contenido están desesperados por conservar esa audiencia que han construido. Las ideas buenas son medidas por la cantidad de interacciones y el alcance que tuvieron con los usuarios. Las malas son descartadas por la mala racha que han generado en las redes. En el mundo digital, tan cambiante e inestable, los creadores de contenido harán cualquier cosa por evitar caer en el olvido. Contarán el mismo chiste estupido, utilizarán el mismo personaje ridículo y harán la misma tonta pregunta una y otra vez, esperando que su audiencia siga estando ahí, sumándole a los números que motivan cada uno de sus esperpentos audiovisuales. El desespero mutuo por entretener y ser entretenido es responsable de la decadencia del entretenimiento. La creatividad ha muerto a costa de personajes haciendo el ridículo en espacio público en todas las ciudades del mundo.
Con este cambio de paradigma, el periodismo es cada día más y más sobre interesar a una audiencia. Medios como Vox, sitio web de periodismo independiente, han mostrado que el periodismo puede ser increíblemente entretenido. Es más, medios como Vox han demostrado que entretener puede ser una gran forma de crear una audiencia para un medio independiente. Un vídeo ensayo subido en YouTube se hace accesible gratuitamente a todo el mundo, el único costo es que sea entretenido. El periodismo contemporáneo no puede quedarse atrás y no lo ha hecho. Hoy, aunque su objetivo es informar, sabe que debe entretener. Ahora bien, una entrevista en la calle realizada por lo que normalmente llamaríamos un creador de contenido entretiene a la audiencia, pero también la informa (o desinforma). Hoy en día cualquiera puede hacer actividades periodísticas, es más, no es extraño que personas comunes y corrientes incurran en actividades periodísticas. En las redes sociales se producen reseñas, crónicas y noticias por muchas personas que no encajan en la definición tradicional de periodista. Josué es una de ellas.
Esta nueva figura del influencer/periodista rompe con la forma tradicional en la que se definía quién era un periodista y quién no. Antes el periodista era aquel que estaba en la nómina de los periódicos formales, pues estos eran los únicos con el capital suficiente para hacer accesible la información relevante a la opinión pública. Ahora periodista puede ser el usuario aleatorio de Twitter que reporta el minuto a minuto de una situación que está viviendo, como por ejemplo sucedió con el feminicidio de Erika Aponte el 14 de mayo de 2023 en Unicentro. Algunos tiktokers, como Josué Rodríguez, son influencers/periodistas. Un día Josué puede subir un vídeo en el que sortea una comida en McDonald’s, el siguiente una entrevista a un precandidato a la Alcaldía de Bogotá y el siguiente uno en el que le hace una publicidad a Adidas. Ni siquiera fue muy raro cuando la anterior semana subió una historia a Instagram disfrazado de conejo para promocionar una fiesta. Incluso si en los objetivos de Josué puede no estar presentar información relevante para la opinión pública, cuando entrevista a Diego Molano y le pide que defina a Francia Márquez en una palabra y este dice “helicótero”, lo está haciendo. En el mundo de las redes sociales es muy fácil terminar siendo periodista sin querer serlo.
Ver el periodismo como un estándar de calidad, así como lo hace Josué Rodríguez, permite que personas que en práctica están haciendo periodismo no se consideren periodistas. Al sacarse a sí mismo de la categoría de periodista, Josué Rodríguez se exime de responder a las exigencias de rigurosidad a las que está sujeto el periodista. Si Josué puede decidir si es periodista o no y posteriormente no se considera periodista, no se le puede exigir que haga mejores preguntas o que sea más riguroso con su contenido. Ser un creador de contenido y no un periodista le facilita a Josué hacer las paces con la poca profundidad de sus preguntas y las objeciones morales que se podrían hacer a ellas.
Pero antes de considerar qué tan correcto es hacer estas preguntas o qué tan profundas son, hay que notar el hecho de que generan interés. Se puede decir cualquier cosa sobre las preguntas bobas, pero el hecho es que a la gente en Bogotá le importa en qué colegios estudian las viejas más atractivas. Josué Rodríguez es prueba viva de eso.
Le preguntamos a Josué por qué creía que tantas personas habían tomado interés en sus entrevistas. -Siento que hay muchos factores. Uno, tocar el tema de colegios que nunca se había tocado. Y que da mucho morbo. Siendo muy honestos da morbo decir ‘Ay el Moderno, ay los del Campestre, ay los del CNG’ la gente es como ‘Ay los colegios de estrato alto’. Hay un morbo que existía pero que no se había dado a conocer. […]Siento que otro ha sido no pararme a decir ‘¿Qué colegio?’ y ya sino como darle el toque de decir ‘Hey ojito ojito con las del San Carl-digo con las del Marymount’.
Lo que dice Josué es completamente cierto. Una porción de la sociedad bogotana gira en torno a los colegios privados y prestigiosos de la capital. No es sólo que cada conversación en el norte de Bogotá comience con la pregunta del millón: ¿en qué colegio estudiaste? Es que esa pregunta verdaderamente significa algo y es valiosa para descifrar a alguien criado en esa esfera. Los foráneos en Bogotá muchas veces se burlan de la recurrencia del tema de los colegios en la capital, pero la verdad es que sí es un aspecto diciente de la personalidad de las personas educadas en estos colegios. Los colegios privados del norte de Bogotá permean íntimamente la identidad de sus estudiantes, o al menos lo intentan. Cada colegio tiene un ethos (o una intención de ethos) que hace que esta pregunta no sea únicamente un examen rápido y clasista para definir si alguien se postra en la misma categoría tributaria que yo. Los del Francés son alternos, los del San Carlos son peleones, los del Moderno no saben inglés, las del Marymount son todas blancas y los del CNG son incapaces de completar una frase sin anglicismos. De nuevo, son prejuicios y generalizaciones, pero son prejuicios y generalizaciones que están claros en la mente de las clases media y alta en la ciudad. Decir estudié en el Gimnasio Campestre significa algo completamente distinto a estudié en el Italiano. Los colegios en Bogotá funcionan de una manera peculiar, en cierta medida así como funcionan las fraternities y sororities en Estados Unidos, o incluso los colegios de élite en el Reino Unido. Ser un Eton man significa algo, probablemente algo muy diferente a lo que significa ser gimnasiano, pero ambos rótulos representan más que sólo el lugar en el que se recibió un título de bachiller. Josué sabe lo que hace. O al menos lo sospecha. Y eso que hace no es nada más que mirar al morbo bogotano a los ojos.
Es ahí cuando uno se comienza a dar cuenta de que el tímido Josué Rodríguez no parece querer informar. Nunca nos lo dijo con esas palabras pero es lo que uno piensa cuando lo escucha hablando del morbo, lo ve promocionando sacos, parchando con JH y aportando a su pensión cada mes gracias a sus contratos con diversas marcas. Prueba de ello son también sus inicios, ¿qué rol juega un vídeo haciendo parodias de los rolos frente al cumplimiento del objetivo de informar? Y de nuevo, Josué nunca ha pretendido explícitamente informar, nunca ha dicho que ese es el objetivo de su proyecto en redes sociales. Pero cuando uno entrevista a Rodrigo Lara y a Diego Molano, incluso si su objetivo es entretener, termina informando, termina haciendo periodismo.
Al fin y al cabo, Josué Rodríguez quiere ser un creador de contenido, no un periodista. O al menos eso es lo que creemos nosotros. Creemos que la desesperación de “estar pegado” lo ha hecho esforzarse en intentar ignorar cualquier crítica moral a su contenido, cualquier reparo o comentario que se encuentre fuera de un orden cuyo norte es las vistas, los contratos, los autógrafos en la calle y las historias en los rumbeaderos.
Josué Rodríguez ha saciado ese afán de vistas, al menos momentáneamente, usando el morbo. Pero no es un monstruo desalmado que simplemente utiliza el morbo para lucrarse personalmente. -Yo tengo hermanos menores ¿no? Y siempre me he enfocado en que mi contenido lo pueda ver desde un niño de seis años hasta un adulto. Sea bobo o no [creemos que aquí está hablando del contenido pero también nos ilusiona pensar en que habla del adulto]. Pero por eso procuro en mis vídeos nunca decir groserías. [..] También pensar en el tema del respeto.
Y si, es cierto, Josué Rodríguez no dice groserías. Pero si le comentó a dos niños de unos doce años que les “gustaba comer lo mismo” cuando ambos le dijeron que las niñas más lindas estudiaban en el Santa María. Suponemos que Josué tiene una definición de family friendly distinta a la nuestra.
Josué Rodríguez no quiere ser el malo del paseo. En varios casos ha pedido perdón por vídeos que considera descaches y constantemente busca reivindicarse. Dice que ahora es más atento con su contenido pero siguen apareciendo en él las preguntas muchas veces cuestionadas por las mujeres que se han encontrado con sus vídeos. Le importa hacer las cosas bien. Eso parece ser lo más triste: Josué Rodríguez no quiere ser el malo del paseo pero cada rato se tropieza y tumba todas las cervezas, desconecta la nevera y riega el aguardiente en la piscina.
Es por eso que saberse periodista, incluso cuando no se quiere serlo, es de vital importancia. Creemos que un periodista debe pensar en las preguntas que hace. ¿Está embruteciendo a la sociedad? ¿Está acrecentando su morbo cada vez con sus preguntas? Es labor del periodista seleccionar lo que es importante para la opinión pública. Creemos que esa labor no debe desarrollarse desde el afán de complacer a una audiencia sino de transformarla. Debe informar lo que necesita una sociedad deseable. Debe aportar a las posibilidades del ciudadano común de estar informado y poder tomar decisiones políticas, económicas y personales con base en información veraz. Si el periodista no quiere ser periodista sino influencer y se dedica más bien a firmar contratos, hará las preguntas que le darán vistas. Esas son las preguntas que hace Josué Rodríguez. Las preguntas morbosas que a esta Bogotá envidiosa y cizañera le encanta meditar.
No sabemos si Josué es un genio que entendió el fenómeno de los colegios bogotanos mejor que nadie o si simplemente el morbo que nos arrastra a muchos lo llevó a él a preguntar las preguntas “importantes”. Josué Rodríguez, probablemente sin intención, es la denuncia más viva y vigorosa del arribismo bogotano, de la manía de la mediocre importación y la cultura del morbo que ha vendido revistas en este moridero desde antes de que siquiera se imprimieran.
El problema puede ser Josué por sacar los trapos sucios y ponerlos en la sala. Si quieren decir que lo es, estamos de acuerdo con ustedes. Que asco poner los trapos sucios en la sala. Pero eso no quita que exista un problema de fondo. Esta sociedad profundamente morbosa, que vive de una paja a la siguiente y vive pendiente de lo que hace el vecino es completamente inviable. Quiere saber cómo vive el rico para poder sentir envidia y saber cómo vive el pobre para sentirse como un príncipe. Quiere especular sobre los círculos a los que escasamente pertenece y demostrar que ahí está, que ha visto a las mujeres de tal carrera de tal Universidad pasar y que sabe que esas son las más feas, ¡esas son! Josué dice que lo que él hace es llevar una conversación entre amigos, en la que hablan de nombres feos y atractivos y de que hacen las mujeres bellas y que hacen las feas, al público. El gran problema es que esa conversación es desagradable e irrelevante y ninguno de nosotros, a los que las ínfulas de decencia nos retienen el morbo, queremos oírla.
Josué dice que quiere mantener la prudencia y el respeto y, como dijimos previamente, no es ningún monstruo. Es un hombre normal. Lamentablemente sus preguntas morbosas no hacen mucho por el respeto y la prudencia, sino que más bien ponen a la gente en encrucijadas de las que muy pocas veces salen. ¿Cómo se responde bien cuál es el nombre de mujer menos atractivo? ¿O dónde estudian las viejas más lindas? No es extraño ver en los vídeos de Josué trazos de misoginia y clasismo. Claro, esto nunca sale de su boca, se encuentra en las respuestas de sus entrevistados. ¿Tiene Josué Rodríguez alguna culpa? Al fin y al cabo él solo hace las preguntas. Nuestros amigos dicen que son preguntas tontas, pero son las preguntas que todo Bogotá tiene en la cabeza. Si existe una gran demanda para este tipo de contenido, si a la gente le importa por sobre todo saber las respuestas a estas preguntas porque estas verifican los prejuicios clasistas y misóginos que mantienen frente a la sociedad, ¿quién es Josué Rodríguez para negarles ese deseo? Nosotros ya lo dijimos, un periodista.