Editorial.

Robar no es nada, ustedes no se inventaron nada, sólo nacieron primero. Bájenle a sus ínfulas de divinos creadores, Aquiles es dominio público y Mickey Mouse a color entra en quince años. Me tiene sin cuidado si primero fue Leibniz o Newton, el caso es que yo saco las integrales en cinco minutos con sumas de Riemann. Del puritanismo la peor parte es la prohibición que ustedes le han impuesto a robar. Han considerado equivalente todos los tipos de robos. Nunca les han robado un beso; no les cupo en la cabeza que uno pueda robar con amor. Tampoco pensaron en robar con envidia, en elogiar con ese robo que busca hacerme a mí más tú. Sólo concibieron robar por necesidad, porque todo lo que han hecho lo han hecho, tan irónicamente, reaccionando. Nunca han creado, y por lo tanto, nunca se han dado cuenta que crear es más robar que crear.

 

Nosotros ya dudamos de la propiedad privada, no les vamos a mentir. El concepto se les está oxidando. Ni hablar de la propiedad intelectual. Ese nunca cuajó, la verdad. ¿Cómo es un mundo sin propiedad intelectual? Ni idea, pero ya están trabajando en la octava edición de las normas APA. Y ni hablar de lo sexi que es solicitar una patente. 

 

Alguien se roba unos bananos para montar un negocio de bananos sin tener que asumir los costos de producción. Terrible. Alguien se roba un banano porque tiene hambre. No es lo más virtuoso. Alguien se roba un banano porque sabe hacer un banana split. Aplaudanlo.

 

Se sabe muy bien: los pintores roban imágenes, los músicos roban sonido, los cocineros roban reacciones químicas. Entre más fluidas sean las interacciones entre lo robable y el ladrón, más cerca estaremos de resolver los problemas que nos afanan en este preciso instante. Incluso sin fluidez, es clave que usted se atreva a robar. ¿Qué le sirve? ¿Para qué? Úselo y luego se preocupa por pagarlo. Si robar está mal visto siempre existe la posibilidad de escondernos bajo el “tomar prestado”.

 

Robe mucho. Robe sin que se den cuenta. Robe y enfrente una demanda. Robe e invente algo, descubra algo. Así es más fácil que entienda cuando sea robado. Cuando alguien lo use de insumo y usted se quede como insumo nada más. Renuncie a la timidez y participe en la historia. Piense en lo bello que fue crear hasta que se descubrió el robo. Piense en que todos siguen robando, menos usted. Los espías, las recetas, todos los startups, Facebook, el Museo Británico, Apple, las bombas nucleares, la rueda.

 

En el siglo XIX, debido a la deteriorada situación de la balanza comercial entre Gran Bretaña y China y la creciente demanda inglesa por té, Robert Fortune se infiltró tras las líneas chinas y recopiló detallada información acerca del cultivo, cosecha y producción de los diferentes tipos de té en distintas provincias del país oriental. Reclutó varios maestros del cultivo y recolectó alrededor de veinte mil plantas de té. Las llevaron a India y así lograron sustituir el 80% de las importaciones de China. China tardó muchos años en volver a su nivel previo de producción. Hoy en día China e India producen el 60% del té mundial. ¿Qué hay por Londrés que en Bogotá pegue más?