Editorial.
Esta edición mira al frente. Es el silencio antes del grito. En otras palabras: se vienen cositas.
Los últimos meses han sido ocupados por destellos que nos han inspirado a hacer las cosas de manera distinta. Hace cinco meses, Célico Gómez nos dijo que deberíamos imprimir la revista. Alejandro Alfonso leyó el ensayo Viejos y jóvenes de Miguel de Unamuno y comprendió mejor el problema de la existencia inmaterial. Juan Esteban Lozano compró El infinito en un junco en un supermercado y luego lo leyó. Alejandro Alfonso fue al museo del papel de Basilea. El lunes veinticuatro de junio los archivos de MTV News fueron permanentemente borrados de la internet. Juan Esteban Lozano se dio cuenta de que las señoras con hijos adolescentes son el público objetivo de Bu!!a. Los últimos meses han sido ocupados por destellos que nos han inspirado a reconocer la importancia de hacer algo cuya persistencia ontológica inmediata sea determinada por mis manos.
La palabra ontología es una cosita hermosa. La vengo oyendo desde los catorce, la comencé a usar a los dieciséis, la dejé de usar a los dieciocho y, ahora, a los veinte, me estoy volviendo a atrever usarla en ámbitos no académicos. He entendido la ontología como el estudio de los hilos o las bases o los hilos y las bases que sujetan o fundamentan que una y el resto de cosas sean. Sobra aclarar que no entiendo qué significa ontología. Esta carencia conceptual no es fatal únicamente porque sí entiendo qué es ser “ontológicamente dependiente” y esa parece ser la relación clave para hablar de la “persistencia ontológica inmediata” de algo. No obstante, esperen bastardizaciones de lo que han leído, particularmente de lo que le han leído a Aristóteles y a uno que otro filósofo del lenguaje. Es importante para mí ser algo impreciso para poder ajustar mi caso a algunas ideas sueltas y valiosas que se refieren a lo que hay y las maneras en las que persiste o deja de ser. Pido perdón por aplicar Aristóteles a sujetos no biológicos y por ignorar muchas de las reflexiones sobre la existencia por las que pago buena plata.
Imprimir una revista es diferente a hacer una revista digital en tanto que la versión impresa es ontológicamente independiente: ella misma, como objeto singular, es el fundamento de su existencia. Los números de la revista impresa son y, porque son, la revista, como género, es. Los números de la revista impresa son sustancia primera. Intentando ser más claro: la existencia del universal “revista”, o del género “revista Bu!!a”, depende de que existan singulares en los que esté contenido ese universal. Por otro lado, los “números” de la revista digital, si es que podemos usar esa expresión, son proyecciones de un centro digital único. Una revista digital es como platónica. Existe una versión que se instala en los medios que acceden a ella y por eso esta versión es el fundamento ontológico de las posteriores. Hay un centro que nosotros hacemos a punta de código y Elementor Pro. Ese centro único y puro se proyecta en diferentes dispositivos y se ajusta a ellos, a estos cuerpos de hardware que difieren mucho entre sí (es muy diferente leer Bu!!a en un celular a leerla en un computador).
Saltemos a metáforas con las que algunos de ustedes serán menos quisquillosos y, por lo tanto, se sentirán más cómodos. Hacer una revista digital es ser abejas. Hacer una revista impresa es ser un banco de pirañas. Una revista digital es un aguacate. Una revista impresa es una fresa. Una revista digital es una cortina. Una revista impresa es una alfombra. Una revista digital es una torre. Una revista impresa es el piso. ¿Cuántas torres se han caído? ¿Cuándo dejará el piso de ser?
Querer imprimir las cosas se reduce, entonces, a querer garantizar dos cosas. Proteger esta encarnación de nuestro amor por el mundo (1) con nuestras manos (2).
(1) La protección de Bu!!a es prioridad. El espacio digital parece condenado a estar en mayor hacinamiento que el espacio físico. Cada día perdemos más contenido que parecía indestructible por su carácter inmaterial. Que en el mundo digital existan más cosas que fuera de él ha hecho que encontrar un producto digital en lo que alguien gastó décadas de su vida sea más difícil que encontrar una aguja en un pajal. Las obras de García Márquez no se están guardando en ciudadseva.com, están en un cuarto frío de la Universidad de Texas en Austin. Eso sin contar la cantidad de guardianes que protegen al colombiano leyéndolo, guardándolo y volviéndolo a leer. Muchos ejemplares físicos van a garantizar la supervivencia de nuestra revista mejor que un único centro sólido y fuerte. La revista impresa existirá mientras haya un ejemplar guardado en mi sofá. La digital dejará de existir apenas alguien hackee y borre una página adyacente de Tecfinanzas S.A.S.
(2) Que esté en nuestras manos también es importante. No nos gustan las relaciones a distancia. Dar click no es pasar la página. Algo que vale la pena no se deja leer entre la oscuridad. Y uno no puede encontrarse páginas de internet tiradas en la calle, o en la mitad de una peluquería o en el cajón de recuerdos del abuelo. Al menos no por ahora. Hay que tocar las cosas con las manos, meter el dedo en la llaga y en ella encontrar lo que no nos pertenece. Queremos devolverle al mundo, concederle un favorcito y con nuestras manos confeccionarle un vestido que, cuando toquemos terminado, sea tan extraño para nosotros como el ente que lo porta.
Queremos sacar de nosotros lo que somos: en lo que pensamos y lo que nos preocupa, lo que nos entretiene y lo que nos enternece. Queremos burlarnos de las velas derretidas y encontrar en nuestras frases hechas a aquellos que también pueden enunciarlas. Queremos sacar de nosotros algo que deje todos nuestros amores a la vista y queremos que ese algo quede un rato. Queremos ser los mejores anfitriones incluso cuando estamos invitados, ojalá nos dejen lavarles los pies. Nuestros talentos son escuetos. No tenemos más que un viejo tambor. Creemos que con él podemos ser diseñadores de interior especialistas en esta antesala de la que les llevamos hablando desde la primera edición. Pronto sacaremos de nosotros lo mejor que veinte años en Bogotá le permiten dar a uno. No vamos a alargar sus vidas. No vamos a conseguirles un beso. No tenemos la vida eterna debajo de la manga. No podemos prometerles liberarlos de sus cadenas materiales. Aspiramos a ser jazz. Seremos una bola disco en la antesala de la muerte. Ojalá alguien la encuentre entre los escombros, la vea y diga: aquí hubo alguien que se preocupó por mostrar que amó.
Bu!!a 12 va a salir impresa. Vamos a lanzarla presencialmente en Bogotá. La vamos a vender. Esperamos que ustedes la vayan a comprar.