Acotaciones

por Walter

Nadie me entiende. A veces me canso de poder hacer todo con el dedo meñique. Soy increíble, claro, prodigioso, incluso, pero creo que también soy algo chambón. 

Been around the world 

I’m not impressed

Three Michelin stars 

I’m not impressed

I hate everything

– Action Bronson

 

Es que ya las pelotas me cuelgan medio metro entonces cuando la mierda le pega al ventilador yo lo saco adelante a las patadas. Siempre, nunca fallo. La clavícula la tengo muy bien definida y a veces cuando me miro al espejo pienso que me parezco un poco a Marlon Brando. Lo único que me falta es que me rompan la nariz, pero tampoco es tan importante, el otro día me dijeron que parecía que tenía el tabique roto, o torcido, no me acuerdo. Sé que respondí que me lo dañé jugando fútbol, pero la verdad eso es pura genética. A veces no me echo desodorante a propósito para dejar los salones oliendo horrible. Todos los trabajos los entrego al último minuto. Nada me ha importado desde hace mucho tiempo. Y la última cosa que me importó, ya no me importa nada.

Hay gente que dice que soy un sobrado, pero esa gente no sabe un culo. No saben que a mi no me sobra nada, yo estoy hecho a la medida y me adapto lo más bueno. Pónganme el molde que quieran enfrente, que si tiene pene lo lleno a la medida. Yo soy de un colegio de varones, yo me crié con varones, yo sé como es el mundo. Desde chiquito sé caminar y a los once me enseñaron como restregarle a alguien mis interiores cuando ponen reggaetón. No uso traje porque no me toca, pero no duden de que en los proms y en los funerales y en los quinces y en los grados los luzco como si hubieran sido creados para que yo me los pusiera. Muchas cosas fueron creadas para que yo las mire y, si me siento generoso, las use. Y si, esos son mis valores, perdón sólo al Papa. Aunque tampoco es que vaya mucho a misa. Supongo que esa es mi mayor falta como varón.

Yo hago las cosas a pesar del resto. Me pesan, me pesan mucho. La gente es tan increíblemente estúpida y dócil que a veces creo que existimos en planos distintos. Hay veces en las que creo que el mayor favor que podría hacerles es que vivan diez minutos en mi cabeza. Que vivan un rato en un mundo de verdad. En un mundo comprendido. Aprovechado. Pero eso es imposible, todos mis colegas están eternamente condenados a su propia idiotez y ceguera. Me daría igual que no vieran el mundo si no fuera porque esa ceguera los hace estrellarse conmigo todo el rato, todo el rato ciegos y estrellándose contra mí, y ni siquiera piden perdón porque tampoco tienen tacto, sólo pueden hacer ruido, como chimpancés, ni siquiera, como cerdos. Como mugrosos cerdos.

Todo el día tengo que lidiar con estos seres a medio hacer. Por eso es que ya ni me esfuerzo. ¿Para qué me voy a esforzar? Mi competencia es esta tribu de retraídos en desgracia. Por eso es que me monto en el transmilenio sacando los codos, y por eso le pego a los capós de los taxis que me echan el carro. Por eso es que en los trabajos yo hago todo, ¿quién más lo va a hacer? Pero lo hago con el mínimo esfuerzo, no vaya a ser que sude yo por tan sinuosa maricada. A la universidad voy sin cuadernos, si toca tomar nota pido un esfero prestado y escribo tres apuntes en la suela de mi zapato. Y aún así sé más que todos, sé más que los que se sientan en primera fila y leen la lectura tres veces, y obviamente sé más que los que se sientan atrás jugando algún juego marica sin siquiera sospechar cual es el nombre del profesor.

Cuando alguien me grita le escupo en la boca. Sólo confío en personas a las que les hayan pegado un puño en la cara. Si me ofrecen drogas digo que no quiero, que ya las probé todas. Si me ofrecen trago me lo tomo todo hasta devolverlo en un empaque menos digno que el cartón de Néctar. Yo no siento nada por nadie, a mí me aman todas, incluso si no lo saben, incluso si no me aman. Yo soy el bastión del universo. 

También me gusta que sepan lo mucho más cultivado que soy comparado con ellos. Cuando escribo un verso todo el mundo grita y cuando escribo prosa duran horas discutiendo las virtudes de mis letras. Me gusta cuando hacen eso. Esa es la única vez en la que los miro. De resto no vale la pena.

La vida es muy solitaria. Como solo, duermo solo, vivo solo. Hay seres que me intentan hablar pero ese asunto es una pérdida de tiempo. Tanto para emisor como para receptor. Nadie me entiende. A veces me canso de poder hacer todo con el dedo meñique. Soy increíble, claro, prodigioso, incluso, pero creo que también soy algo chambón. Al fin y al cabo ese ensayo que entregué tenía errores de ortografía. Ni siquiera leí el artículo que mandó Pipo, mucho menos lo edité. Le dije a Lozano que pusiera en la edición las primeras fotos que encontrara. Ya ni estoy leyendo para la universidad. Pero es que no lo necesito. Yo no necesito eso.

No hablo nunca con mis amigos porque ir a buscarlos es muy desesperado. No salgo los viernes porque no me dan cortesía. Hago mis trabajos de filosofía en el celular. Veo las películas que me encantan piratas en mi computador. Cuando una vieja me gusta no la invito a almorzar porque cuesta mucho. No leo para el club de lectura que organizo. No practico antes de ninguna presentación. No incluyo nuevas palabras en mi prosa. En mi poesía me conformo con hacer dos versos rimar. No respeto nada, nada en absoluto. No sonrío cuando no es necesario. Soy brusco, tosco y chambón porque alguien en algún momento me dijo que ganar 2-1 con un cabezazo en el noventa es mejor que ganar 5-0 dominando al rival. Prefiero la chispa de raspar que la virtud de elevarse.

¿Verdaderamente soy así? ¿Podría ser que no me parezca tanto a Marlon Brando? ¿Podría ser que no me parezca en lo absoluto? ¿Soy tosco? ¿Soy brusco? ¿Soy chambón? ¿Es esa mi naturaleza? ¿O es un atractivo caparazón que me queda perfecto? Tengo un gran talento para varias bobadas. Creo que lo he usado para decirme mentiras. Probablemente no me parezco a Marlon Brando. Estoy seguro de que mi voz es más aguda.

Soy virgen y duermo con un peluche de Winnie The Pooh que mis papás compraron antes de que naciera. Mis papás se aman desde los veintidós y nunca los he escuchado pelear. El mayor regaño que me han pegado fue una conversación muy seria que tuvimos sobre la responsabilidad después de que no lavara las toallas a tiempo. En el colegio me querían, en la universidad también. Las palmas de mis manos son increíblemente suaves. Mi cuarto está lleno de posters de Star Wars. Lloré viendo The Hand Of God. Todas las rugosas protuberancias que me dan este áspero aspecto fueron colocadas con cálculo y delicadeza en las partes más visibles de mi piel. A veces creo que el tabique si me lo torcí jugando fútbol. Y si no fue así debió haber sido con la precisión y la decisión de la más rigurosa cirugía. Mi mayor sueño ha sido ser un hombre chambón, tropezar con la gente y que ellos me pidan perdón. Pero hace poco me dí cuenta de que se le pueden quitar las espinas a la rosa y seguirá siendo rosa. Se pueden tomar las fotos de la tarea con la cámara profesional. Se pueden jugar los partidos de trámite con la titular, ganar 8-0 y no hacer un cambio. Se pueden cargar quinientos mil pesos siempre en la billetera. Se puede sobrar sin ser sobrado. Se puede mirar abajo y, en vez de sentir desprecio, extender la mano.