Editorial.

Motivación no nos falta. La mayoría de empresas e iniciativas, movimientos y emprendimientos se acaban cuando es de noche, cuando es muy de noche y los respectivos sujetos que han cargado un equipo a punta de voluntad caen, asediados por la soledad, el temor y la tristeza. Las empresas no se acaban cuando el mundo se viene abajo. El imperio romano no encontró su final cuando sus flotas construidas para enfrentar a Cartago fueron hundidas por consecutivas tormentas en el mar. Los romanos cayeron en silencio, desgastados por tantos problemas de soluciones a largo plazo, con pérdidas pequeñas que se iban acumulado en derrotas sustantivas que hicieron que luchar por el decadente imperio dejara de valer la pena. Una materia no se pierde con un extraño golpe de suerte que vuelca un parcial hacia el otro lado, se pierde cuando es de noche y hace sueño y uno decide no leer. Es por eso que no tememos los grandes golpes, son ellos los que generan la voluntad para sobrellevarlos.

Los grandes retos son las grandes vallas cuya posibilidad de superar es tan increíble que hace que valga la pena intentar saltarlas, incluso si se es derrotado. No hay humillación en fallar si la tarea es complicada, pero vaya uno a tropezar y caer caminando en la calle. Esas son las caídas que tumban imperios.

Pero ustedes nos conocen. Nosotros no nos tropezamos con ladrillos. Si nos caemos es porque pasamos la calle sin mirar y nos atropelló un carro, porque dejamos la estufa prendida y se nos quemó la casa, porque pateamos a un pitbull rabioso o porque salimos a jugar fútbol durante una tormenta eléctrica. Les pedimos perdón, pero por favor entiendan que tenemos dentro del corazón muy metida la imprudencia. 

Ahora mismo estamos bastante reventados, pero fue una gran derrota. Estamos tan desesperados por ganar que sabemos que esto va para largo. Ojalá nuestro destino no sea como el de Jerry West y podamos ahorrarnos la salvaje impotencia que debe generar perder seis veces seguidas contra el mismo rival. Pero al menos sabemos que no somos el melancólico idiota que no sale a la calle porque tiene miedo de que el mundo lo vuelva a reventar. No le tenemos miedo a la sádica paliza. Estamos aterrorizados por el ridículo tropiezo. 

Sabemos que, por irrespetuosos ante el peligro y faltos de suerte, todos tienen una mejor vida que nosotros. Todos gastan su plata en cosas que los hacen más felices. Todos entablan amistades de maneras más prudentes. Todos hacen las cosas de una forma que imposibilita el peligro. Todos estudian para sus parciales. Todos ubican su confianza en lugares que saben nunca les propiciarán desastre. Todos hacen lo suficiente para darse un futuro en el que tendrán mayores probabilidades de sonreír. Todos viven una mejor vida que nosotros. Pero no son nosotros.

Esta edición tiene su adecuada dosis de resiliencia, pero en ella vienen también sorpresas varias que les alborotarán la cabeza. Además, creemos que logramos uno de los objetivos iniciales que habíamos propuesto para esta revista: sacar una edición en la que una reunión hipotética de sus colaboradores resultaría en profundos odios y rayes. La cuarta edición de Bu!!a cuenta con un vídeo sobre resistir al mundo, un breve ensayo que llama a la prudencia, un proyecto artístico sobre los extraños, una breve reflexión sobre la bondad del Sol y sus rayos, una investigación de vanguardia acerca de uno de los temas menos importantes de la historia, un ensayo sobre darse cuenta de que el mundo es mundo y una honesta mirada al espejo. No faltarán las recomendaciones, contamos con la segunda entrega de Vistiendo al chimpancé de seda. Asimismo, inauguramos un nuevo espacio para comiquitas. Ahora sí somos una revista seria.

Si se preocupan por nosotros, no se preocupen por nosotros. Al fin y al cabo todo nos sale bien, incluso cuando nos sale mal. Y si perdemos sólo perdemos en grande. Entonces está todo bien. Motivación no nos falta.