Acotaciones

por Alejandro Alfonso

He decidido reflexionar brevemente acerca de lo que aprendí en las siete clases que suman los 20 créditos que ví en el semestre 2023-2. 

Una Torre de Fenicia.

Pocas invenciones tan importantes como un calendario. Son el momento en el que una civilización madura, se da cuenta de que hay cosas que han pasado antes y prevé que hay cosas que pasarán después. Si bien la mayor ventaja que nos proporcionan los calendarios es una manera clara y sistemática de planear actividades agrícolas que aleja la posibilidad de las crisis alimenticias, también nos dan una noción del tiempo que nos permite satisfacer (o intentar satisfacer) nuestras necesidades culturales, sociales y espirituales. Muchos utilizamos el significado simbólico de los últimos días de diciembre para darnos una excusa para reflexionar sobre lo que fue el último año. En aras de no ignorar completamente este espíritu navideño, que es el de alistar al ser para dejar lo que fue y ser renovado por la novedad de lo eterno, he decidido reflexionar sobre lo que he aprendido, no en el año, porque sería incómodo y patético, sino en el anterior semestre de universidad. He decidido reflexionar brevemente acerca de lo que aprendí en las siete clases que suman los 20 créditos que ví en el semestre 2023-2. 

 

Fundamentos de Metodología:

Lo primero que le dije a Juan Esteban Lozano referente a Fundamentos de Metodología fue: “Lozano, esta clase me está matando el alma”. Era completamente cierto. Si bien no la sufrí en términos de notas, hacer cualquier entrega relacionada a mi proyecto de investigación fue el equivalente académico de jugar ruleta rusa. Nunca estuve seguro de lo que estaba diciendo. La mayoría de las veces sentía que todo lo que hacía era interpretar tendenciosamente datos, resultados y operacionalizaciones de otras investigaciones. El mayor reto al que mi grupo de trabajo y yo nos enfrentamos fue la operacionalización del concepto de outsider. 

Un outsider político es un candidato que se encuentra fuera del mainstream político y que hace campaña desde esa posición externa e independiente a la política. Piensen en Trump, Milei, Rodolfo Hernández, Bolsonaro. El problema es que no hay una lista de características definitivas y objetivas que determinen claramente quien es un outsider. Uno de los referentes importantes de nuestro trabajo, Miguel Carreras, operacionaliza el concepto al añadir dos requisitos que debe cumplir un candidato para ser un outsider completo: estar fuera de los partidos políticos establecidos y no tener experiencia política previa (Carreras, 2012). El problema es que si bien ceñirse a esa definición de Carreras nos permite discriminar claramente entre quién es y quién no es outsider, algunos personajes que normalmente llamaríamos outsiders (como Trump, Bolsonaro y Rodolfo Hernández) quedarían fuera de esa categoría. Después de pensar mucho cómo operacionalizar el concepto, llegué a una conclusión ácida y decepcionante. La forma más acertada de hacer esa operacionalización es no hacerla. En lo absoluto. 

La única forma de aproximarse íntegramente a lo que es ser outsider es dejarlo permanecer como un significante vacío lejano de indicadores y dimensiones, ahí en el único lugar donde es correcto para todos, dónde está lo suficientemente lejos para hacernos pensar que al apuntar hacia arriba todos apuntamos hacia él. Los conceptos prácticos son esos, los abstractos, de los que apenas nos hacemos una vaga idea formal que es suficiente para hacerlos los bastiones de nuestra conducta. Toda reducción de esos conceptos, toda intención de traer el cielo al mundo, es una deducción seductora pero destinada a fallar.

¿Cuál es la utilidad de amarrar un concepto tan estrictamente a tres fenómenos si al hacer esto se vuelve irreconocible para otros que han dicho tanto y tan bueno sobre él? Operacionalizar es como hacer cirugía plástica. Intervenir quirúrgicamente a una persona (o a un concepto) para que otra la encuentre hecha a su medida cuando antes al menos era “de verdad”.

Creo que la metodología contemporánea peca de ambiciosa. Si la metafísica del siglo XVIII miró tanto al cielo que se perdió en sus estrellas, la ciencia social contemporánea, específicamente sus cortes más positivistas, está mutilando al mundo y estudiando aquellos productos espurios que no existen verdaderamente, que son una torre que se construye sobre cimientos dudosos y que importa, pero no es todo. Y claro, es lo que se tiene que hacer para conocer. Para conocer hay que interpretar y hay que generalizar. Y lo sabemos bien, toda interpretación y generalización es incorrecta. De este chistesito viene toda la ironía.

Al tomar una piedra y otra y otra y de ahí definir qué es lo que puede ser una piedra tomamos un gran riesgo, pero al fin y al cabo la piedra seguirá ahí para que cualquiera que desee estudiarla pueda darse cuenta de una definición errónea cuyos errores se detectan con las manos. Nunca lo escribiría en mi proyecto de investigación, allá hay que luchar a favor de las interpretaciones tendenciosas que tenemos que hacer para conocer. Pero acá lo admitiré sin mayor solemnidad. Un outsider es un outsider cuando yo digo que es un outsider y nadie protesta. 

 

Aristóteles: Epistemología y Metafísica

Aristóteles era una mala persona. Es raro que me lean a mi escribir este tipo de juicios morales. Intento alejarme lo máximo posible de los anacronismos y no me parece correcto tirar la primera piedra estando tan lleno de pecado. Pero Aristóteles era una mala persona. No lo digo por sus posturas sobre las mujeres, la esclavitud y la guerra. Lo digo por las cosas que me hizo a mi, personalmente. Leerlo fue como armar un rompecabezas que se desarma cada 5 minutos. Escribe como un borracho. Se contradice cada tres capítulos. Deja cabos sueltos. No se preocupa por aclarar las cosas. Probablemente no es su culpa. Escribía para alguien que no soy yo. Entonces es más bien mi culpa por no saber griego antiguo, no ser un miembro activo del liceo y aún así estar metiendo mis narices en sus libros. 

Pero yo, que hago limonada cuando me dan un tiestazo, saqué varias conclusiones basadas en planteamientos aristotélicos completamente malinterpretados y desviados caprichosamente hacia mis intereses. Una cosa siempre es otra cosa. Sólo se puede conocer lo que algo es preguntándose qué es para ese algo ser. Toda cosa tiene su definición, qué es la enunciación de su esencia. Pero, de nuevo, lo que tocamos con las manos no es exactamente esa otra cosa que decimos que es para esa cosa ser. Es complicado, probablemente es solo palabrería. Aún así me trama.

Si para saber lo que es una cosa está tiene que ser otra cosa, el único acto honesto no es un acto. Es destructivo. Y es mirar en silencio. Todo, cuando es dicho, es para otra cosa. Y las cosas en sí mismas no se pueden pensar. No de la manera en la que nosotros las pensamos. 

 

Kant

Lo que más resalto de Kant es su tercera aporía, la primera dinámica. La que es sobre la libertad. Creo que nunca me he acercado a una idea de manera tan deshonesta como a esta. Sé que Kant no está hablando de la libertad humana. Sé que esta libertad está exclusivamente referida a una generación espontánea de secuencias causales. Pero me atrae intensamente la idea literaria del primer acto libre. Cierta reescritura de la historia con esta idea en mente nos puede llevar a pensar que todo ha pasado porque alguien salió en falso e hizo algo con espontaneidad completa. Todo el resto es castigo para ese dios dentro de la creación de Dios, que ha pecado y ha actuado en la ilegalidad natural. 

No hay que tener una extensa formación en teología católica para notar el paralelo con los primeros libros del Génesis. Capaz sea la razón por la que esa historia, que comienza con el primer acto natural (el Verbo eterno) y pocas páginas después es continuada por el primer acto espontáneo (es decir, innatural), ha cautivado al mundo.

 

Introducción a la Teoría Política

Jugar el Caro-Kann con las negras sin importar que hagan las blancas no es tan mala idea. Finalmente, a menos de que uno juegue contra gente que estudie o en verdad sea muy rápida mentalmente, el objetivo de los primeros movimientos debería ser enfrentarlos a algo que nunca hayan visto. Obviamente, el Caro Kann no es la vaina más under del mundo. Pero tiene un factor sorpresa mayor que el e5. Además, teniendo en cuenta que en un nivel intermedio no es extraño ver errores después de los primeros diez movimientos, la presión al centro que hace el Caro-Kann permite tomar importantes ventajas cuando el oponente cometa un error. Aún así, es importante reconocer que hay que tener mucho cuidado con el caballo de b8, moverlo incorrectamente o perderlo prematuramente puede llevar a combinaciones que resulten en un intercambio de reina por alfil y pérdida de la posibilidad de enroque. Me pasó varias veces durante Introducción a la Teoría Política.

 

Empresarios y Política

Mientras en mis otras clases me enseñaban a ser más epistemológicamente humilde, en Empresarios y Política me entregaron un pedazo del mundo social descifrado y listo para aplicarse. Si bien tuve aprendizajes interesantes en áreas más predecibles, la conclusión que más se quedó conmigo es la idea de que los economistas gringos del siglo XX creen que se inventaron el mundo. Sus casos de estudio son muy buenos. Tienen una gran habilidad para actualizar lo que se ha dicho en sus términos contemporáneos. Son grandes sintetizadores. Son la ciencia del siglo XXI. Pero el orgullo les hace mal. Están contenidos en un par de siglos, y en vez de reconocer esas limitaciones, tienden a reducir el mundo importante a aquel par de siglos. Hay obviedades que escriben como si fueran nuevas pero las sabemos desde hace miles de años, incluso si no había bases de datos que las confirmaran. Son varios los momentos en los que alguien, no gringo, y que nació hace más de 200 años, comprendió las cosas con mayor claridad que ellos. No digo que sea la norma general. Simplemente he observado que el economista parece querer separarse de la historia. Hay una historia antes y después de las facultades gringas de economía. Parece que a ellos no les interesa mucho lo que pasaba antes de que se otorgaran PhDs en Economía. 

 

Lógica proposicional

Lógica me ayudo a aceptar que me gusta botar el tiempo pensando cosas cuyas repercusiones son más difíciles de encontrar en mi vida inmediata. Me gustan los rompecabezas. Ojalá hubiera una carrera que consistiera únicamente en resolver todos los juegos de palabras que salen en el New York Times. Creo que ese gusto por los rompecabezas es lo único que me permitió no pasarla terrible en el colegio a pesar de ser increíblemente vago. Hacia lo de humanidades porque me gusta escribir y leer y lo de matemáticas porque me gustan los rompecabezas. Agradezcan que me gustan esas vainas, si no hubiera repetido cuarto seis veces.

 

Estética moderna: lo bello y lo sublime

Ustedes no tratan a Charles Darwin con el respeto que se merece. Para mí lo es todo. Veo a Darwin en las cocinas, lo veo en las autopistas, lo veo en cualquier prójimo. Veo a Darwin en todas partes. Al ver una clase de nociones modernas de lo bello y lo sublime, es ridículo pensar que no iba a ver a Darwin. Cuando Burke relacionaba el sentido de lo bello con la necesidad de reproducción y lo sublime con la autoconservación, cuando Kant precrítico plantea el sentido de lo bello la última línea de fuego de la Providencia contra el pecado, cuando se dió cualquier relación entre ética y estética, en todos esos momentos ví, con completa claridad, una imaginada sonrisa de Darwin. Es una de mis grandes teorías, esta, la que he cooptado de varios grandes pensadores. La Providencia nos guarda en sus planes. Incluso si uno es monstruo, lo bello y lo sublime lo ajustan para que no sea un completo monstruo. A punta de ajustar deseos uno puede hacer noble hasta a un perro.

 

En general me he vuelto más escéptico. Y como soy chistosito he sido muy cínico. Puede ser la edad. Puede ser la época. Si bien vocalizar puede dificultar la tarea, es más fácil decir algo terrible en medio de la risa.