la capital no tiene quien la apague
por Federico Flechas
El enero bogotano es peculiarmente soleado y ardiente. Los amantes del frio, y quizás también del silencio, recibimos este “verano” con recelo, y a la Bogotá de enero con escepticismo.
Yo no crecí en esa maravillosa ciudad soleada, tranquila, vacía, sin trancón, sin filas y sin afán. Yo crecí en la negación absoluta de este paraíso, y aunque mis padres reclamen mérito, no hay mejores profesores que el frío y el silencio. Yo me crié en Bogotá.
Este enero, el ardor ha sido riguroso, constante e implacable, y se ha sentido hasta en los tímpanos capitalinos.
– ¿Pero oiga, como así, no se están quemando los cerros orientales?
– ¡En efecto!
– ¿Entonces, qué tienen que ver sus oídos aquí?
– Pues venga le preguntó, ¿no le arden?
– No pues sí, pero ¿qué tiene que ver Bogotá ahí?
– Pues dígame, ¿porque le arden?
– Usted sabe, ya hemos hablado mucho de eso, ya me mamé de ver tik toks del tema.
– Oiga pues sí, todo el mundo habla, y hablan mucha mierda, pero es que como no, ¿de qué más quiere que hablemos?, ¡no hay nada más de que hablar imbécil!
– Bueno, pero cálmese y no exagere.
– ¿Le parece que exageró?, ¿Cómo cree que estaría un ruso si los montes Urales (de norte a sur), se estuvieran quemando? ¿Cómo cree que estaría un niño, si durante la noche, su cobija se estuviera quemando? Porque venga le digo, Bogotá se está quemando, de la 19 a la 66 (pasando por la séptima con 40) arde, se duelen tanto los tímpanos como los árboles, hay policías en la circunvalar y estudiantes apenados y preocupados, hay trancón (más de lo habitual) y violencia (más de lo habitual), hay conos impidiéndole pasar y gallitos impidiéndole estar en paz.
– ¿Gallos? ¿De qué habla?
– Pues sí, gallos, gallitos finos, finos y muy colombianos, finos y muy bogotanos.
– Bueno, pues muy finos no son.
– Tiene razón, pero usted me entiende, el gallo se mete a la jaula (sin saber porque), infla el pecho (sin saber porque), PELEA (sin saber porque), y se cree fino (en nuestro caso), sin putamente saber por qué.
– Que asco los gallos, solo embarazan a las gallinas y dan mal ejemplo.
– Pues algo tendrán ¿sabe?
– ¿Por qué lo dice?
– Pues si el coronel dejó de comer para alimentar a su gallo, por más de que Don Sabas se lo fuera a comprar, pues es de esperarse entonces, que Bogotá deje de respetar por alimentar a los suyos. Pero usted tiene un punto, por algo Don Sabas no lo compró, ojalá Bogotá tuviera a quien venderle esos gallitos, no sería difícil por supuesto, la mierda se vende barata (pero nadie la compra).
-Bueno ya, no exagere.