Para y sobre mi hermana, juana

por Sara Nicole Arias

No podía ir al baño sola, entonces tenía que sentarme contra la pared de la puerta y extender mi brazo para que ella lo pudiera ver a través del espacio que dejaba la puerta entrecerrada, a veces lo quitaba solo por un segundo y me preguntaba en seguida desde la tasa del baño, Sara, ¿sigues ahí? Sí, aquí estoy. 

Foto de una cuchara.

El 14 de marzo es una fecha de carácter sospechoso. Muere Galileo Galilei, nace Einstein y a mi madre le hacen una cesárea. El compás geométrico y la bomba atómica solo fueron creados para que yo pueda ver con claridad a mi hermana; la compresión del mundo en un círculo perfecto. Mamá, ¿puedo quedarme con ustedes para siempre? ¡Una cobija de Rosita fresita para la recién nacida! ¡Sara, ya empezó Mr. Maker! ¿Cómo crees que será la voz de Juana?

Con tres años los escondites ante la expectante mirada de un hermano menor se reducen al rechazo y el desprecio, o a la infinita ternura y dedicada protección, pero en virtud de haber presenciado los punzantes ataques de pánico que enfriaban a mi madre durante su embarazo, ¡yo elegí todas opciones!

La muerte es inminente al no comer. Señora, tendrá que convertir la hora de la comida en algo ameno para su hija, tiene rechazo a la comida y eso se puede arreglar con “refuerzo positivo”. Mucho gusto, come por favor, por cada dos cucharadas Sara hará una media luna, mira a tu hermana hacer malabares, entonces se deslizaba una cucharada de sopa por su boca. Venga le enseño a dibujar, no, pero eso está muy feo Juana, otra vez. Otra cucharada de sopa. Mira a tu hermana tiene títeres, otra cucharada de sopa. Risas y yo sudaba. A Juana le cucharearon la comida hasta los siete años, y entre eso se divirtió tanto en una cocina que ahora prepara rollos de canela todos los lunes.

En el caluroso y envolvente silencio de la casa de mis abuelos empecé a desaparecer de su vista, a esconderme detrás de las puertas y entre las cortinas… a esperar que Juana notará mi ausencia y empezará la búsqueda. Dos cuadros idénticos de caballeros con armadura e hilos que los atan a caballos metálicos, hemos sido siempre nosotras, atadas a un caballo endurecido que carga un cuerpo frio, prefiere quedarse quieto en un fondo marrón para que nos podamos ver la una a la otra sobre las paredes de una misma escalera.  Desde sus ojos en la cocina yo era el centro del mundo, pero desde los míos lo era la comida que masticaba despacio, en la búsqueda yo era el objeto perdido que secretamente se había secuestrado a sí mismo para motivar a su torpe rescatista, que luego terminaría espantando. En tanto sentía que se aproximaba saltaba de la oscuridad provocando su especial grito que caminaba sobre el miedo y la alegría por verme. Quien asusta invade y quien es asustado también. En otras ocasiones encarnaba la obra máxima protagonizada por un repentino ataque al corazón que terminaba conmigo boca arriba, con los ojos abiertos, aguantando la respiración y con lágrimas de mi hermana sobre mi cadáver, hasta que aparecía mi mamá, Sara, ya te dije que no me gustan esos juegos, mira cómo se pone Juana. En cuanto volvía a mi estado natural empezaba a reírse, ves Ma, es chistoso. Mi madre siempre ha sido el asaltante de nuestros juegos secretos e incomprensibles que continúan hasta hoy, sin ella nunca retornaríamos.

A fin de cuentas, todos los sustos infringidos tuve que pagarlos, como si le cobrarán a un trovador por contar sus historias en gallego o fuera un delito el falso homicidio. Juana empezó a temerle a la oscuridad. No podía ir al baño sola, entonces tenía que sentarme contra la pared de la puerta y extender mi brazo para que ella lo pudiera ver a través del espacio que dejaba la puerta entrecerrada, a veces lo quitaba solo por un segundo y me preguntaba en seguida desde la tasa del baño, Sara, ¿sigues ahí? Sí, aquí estoy.

Robar para dos. A los cinco años se escabullía hasta la tienda del conjunto, mira, ¿quieres un chicle? ¿de dónde sacaste esto? de unas moneditas que encontré por ahí. Eso es robar, niña, dijo severamente mi mamá. Llegó con un yeso y sentí envidia de nunca haberme fisurado. Aprendió a escribir con ambas manos. Pescao Cao, me duele la espalda, ustedes están muy pesadas, no más risas antes de dormir. Sara, ¿sigues ahí? Sí, aquí estoy. Un cuento para dormir, un cuento mientras esperamos, un cuento para jugar. Tú serás el hada enferma y yo te haré pociones. Redecoremos nuestro cuarto, hexágonos de palitos de helado. Una lonchera de metal del mago de Oz. Una competencia: quien tiende la cama más rápido. Turnarnos la Tablet para jugar Angry Birds, turnarnos los vídeos de YouTube, turnarnos la lavada de la loza. Embadurnarnos de crema, sacarnos los piojos en el patio, tirarnos Orbis. Los sábados nos llevaban comprar películas para el DVD, tres por cinco mil, listo, cada una elija una. ¿Cuál elegiste Juana? Barbie sirena, y tú, Tadeo Jones.

Durante los primeros tres años de mi bachillerato, me torne irritable, y desinteresada. No hubo juegos. Juana me hacía las bromas de troom troom, una oreo llena de crema de dientes, galletas de pimienta, cartón mojado en forma de popó sobre mi almohada. Nadie se las cree. Los tres años de diferencia de edad nunca habían sido tan grandes como en esa época, me cambié de cuarto, dejando una masa invisible junto a la cama de Juana, me suplicó que no me fuera, se ofreció a hacer cualquier cosa, y aun así saqué mis cosas ¿cómo pude hacer eso? Me pregunto. Sara, ¿sigues ahí?, sí, aquí estoy. Baldosas negras nos separaron, dejo de imitarme, y yo me preocupe casi tanto como esa noche en que jugábamos a las escondidas en el conjunto cuando se fue la luz, era el cuadro del jinete con armadura, atado a caballo de metal que ahora había sido cubierto con una tela, habría exprimido todo mi cuerpo para liberarme de la armadura y del caballo con tal de encontrarla en menos de un minuto, grité su nombre y obligué a todos a gritarlo, después de ver su cara asustadiza el pánico me impidió volver salir al parque por meses. Tuve miedo a la oscuridad también.

Siempre he tenido la sospecha de que uno se convierte en la familia de un hermano en cuanto empiezan a conversar. Cuando Juana entro al bachillerato solo éramos hermanas, nuestro lenguaje era primitivo, tosco e inconsistente. Crecíamos, pero ya no bajo nuestras clásicas formas de invasión mental establecidas por los juegos, éramos personas desconocidas para otros y ese desconocimiento permite la invención. Cada fin de periodo publicaban en la pared de la secretaria las notas definitivas de cada materia, de cada estudiante, resaltaban a los que no podrían recuperar por haber excedido el número de materias permitidas para el plan de mejoramiento y el boletín saldría así, irremediablemente, era parte de la humillación pública, típica de un colegio católico. Una masa de alumnos se apretujaba contra la pared, mi mejor amigo se escabullía y gritaba, SARA solo perdió educación fisca qué puta pena, cállese Ruiz mira si Juana perdió algo, Sí seis materias se dio garra, sapo. Estaba en las gradas, ey Juana ¿qué pasó? no sé me dijo con cara de confusión y en calma, no sé qué le voy a decir a mis papás. Pues la verdad. No, no quiero, Sara Nicole ayúdeme. Nos conocimos otra vez en calidad de charlatana y aprendiz, para la poca fortuna de Juana, durante nuestra separación empecé a leer compulsivamente, a participar en el consejo estudiantil, a estar en los concursos de deletreo del colegio y a escribir las oraciones de los miércoles. De haber seguido durmiendo en el mismo cuarto, tal vez no hubiese perdido tanto la cordura, pero aún tengo la sospecha de que no ha entendido que la única motivación de mi aprendizaje no ha sido otra cosa que para poder enseñárselo. Con el nacimiento de Eva, tal como Dios cuando en medio de su castigo le brinda bendiciones, nos volvimos cómplices al dejar de mirarnos las caras y dedicarnos a su cuidado, encontramos compañía en el desesperado plan de huir al no poder dormir. Cosas cambiaran, quiero vernos siendo adultas, quiero vernos siendo ancianas, quiero que algún día nos confundan, que la cuchara se haga tan delgada y endeble que sea despreciada por los comensales, y apenas la vean pidan un cambio inmediato para que así podamos estar en un lugar más noble que en una boca.

Dos niñas que crecen en la misma casa y dos cuadros idénticos en la misma pared nunca serán los mismos. Los hermanos solo serán las dos caras de una cuchara, un lado que sobresale y otro que se curva, un interior y un exterior, un reflejo deforme y otro incoherente. De muchas formas mi hermana y mi madre me han causado curiosidad, pero escribir sobre mi madre seria irrespetuoso así que lo hago sobre Juana, porque escribir sobre ella es hablar de mi vida y de mi corazón.

 

Por siempre, tu hermana Sara Nicole.


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