acotaciones
me and my peers
por Walter
Antes de terminar tengo que volver a ustedes por última vez. Estoy muy frustrado con ustedes. ¡Me tienen considerando ir a toques en Teusaquillo!
Díganle a Bu!!a emprendimiento otra vez y les unto los vapos de mierda. Ustedes han desplazado esa palabra hasta espacios semánticos que yo, que soy más tolerante que una fiesta mala, no puedo compartir. El significado de “emprendimiento” antes de los sacos, las galletas, las apps, las asociaciones de promotores, los cinturones, los sacos, la ropa para perro, los hoodies, los sacos, demás, es inaccesible para mí. Lo que me llegó ya estaba manchado de privilegio, de mediocridad, de demencia colectiva, de falta de gusto, de irresponsabilidad; ya apestaba a posible sólo porque hay algún trancón bogotano que lleva cuatrocientos años mamándole gallo a la movilidad social. Ni siquiera sé si emprendimiento sea una palabra. Es una palabra que no existe. Emprender es una acción. Uno emprende, uno emprendió. No se puede quedar en emprendimiento. O probablemente sí es una palabra que desde siempre ha designado la zona gris en la que se justifican las pésimas ideas y no hay nada en riesgo. Me mantengo cerca de esa zona gris, aún así. Incluso si me avergüenza un poquito me acerco al emprendimiento para que me dé un espaldarazo y me quité un rato el afán recurrente que produce estar en una etapa tan temprana de la persecución de mis metas profesionales y personales.
― Güalter, no tenga miedo, eso es de meterle empeño y verraquera, lo importante es ser decente y aparecerse todos los días. Granito a granito. Este país necesita emprendimientos, así como el suyo, pero pues más rentables, ¿me entiende? ¿Ya le dije que deberían vender hoodies?
No le creo nada de lo que dice con la boca y por eso no me importa entenderle el discurso. Para mí sólo importa el tono confianzudo, ese es suficiente para arrastrarme hasta sentir una cosita importante que ya sé: esta gente tan parecida a mí siempre cae parada.
Eso es un problema. La ausencia completa de responsabilidad y el hecho de que para un gomelo sea sociológicamente imposible rendir cuentas hace que no haya distinción entre ideas buenas y malas. Todo va. Lo peor es que a veces son las peores ideas a las que mejor les va. Lo que es incluso más peor que lo peor es que hay unos de ustedes capaces de tener una idea terrible, darse cuenta de que le está yendo mal y fingir que le va bien. Es por eso que a ustedes no se les puede dar tiempo libre. Es un peligro. Poco a poco están erosionando cualquier respeto que quede por parte de la sociedad colombiana hacia la juventud privilegiada de este país. No nos ha bastado con ser medio idiotas y agüevados, ahora tenemos que mostrarle a todo el mundo que lo somos.
Sus emprendimientos tienen una correlación positiva con el número de robos a gomelos en Bogotá. La gente se mete a TikTok, ve un vídeo en el que salen ustedes y decide volverse ladrona. Me ha pasado. Yo confieso, ante Dios Todopoderoso y ustedes hermanos, que he deseado robar a un gomelo descarado en Transmilenio sólo para que se avispe y aporte su granito de arena a que ser ladrón en este bodrio de ciudad no sea tan rentable. Ese es el agravante: por culpa de que los roben me roban. A ustedes los ven y piensan, justificadamente, “este es fácil de robar”. A veces lo hacen sin arma. A punta de juegos mentales. Les dicen que los cogieron vendiendo drogas y ustedes entregan todo porque lo más peligroso que han hecho en sus vidas ha sido plagiar sus monografías. Luego me ven a mí. Y yo me veo como ustedes. Y entonces ellos piensan que soy como ustedes y me intentan robar y me toca correr y luego me emputo porque me tocó correr y me asusté y me sentí impotente. El día en el que a alguno de nosotros le saquen un arma sin que se cague veremos la inseguridad de la ciudad volver a un estándar admisible. Mientras tanto viviremos en el irrespeto al que sus TikToks, conjunto con la Historia, nos ha condenado. Haga patria, hágase matar mientras lo roban.
Es que de uno pueden pensar que es un muy mal tipo pero no que es un agüevado. Ustedes piensan que el problema del país es que hay mucho resentimiento y polarización. Pero en la base de todo eso está que somos un grupo de personas profundamente irrespetable. Somos caricaturas de caricaturas, hablamos como tarados, tenemos las palmas de las manos más suaves que los pañitos con los que nos las lavamos, todo lo grandioso que tiene este país ha surgido en la costa. Si sólo pensaran que somos gente mala querrían ser como nosotros y al menos nos tendrían respeto. Si piensan que somos agüevados tenemos dos opciones: o nos meten los dedos en la boca o nos obligan a ser gente terrible.
A mi me roban porque los roban. Mi idioma vale menos porque ustedes no saben usarlo. Lo atacan todos los días con neologismos inmerecidos, con extranjerismos inadecuados, con una gramática muerta. Yo no defiendo los libros de reglas para el uso absoluto del lenguaje. Considero que esos manuales y estudios deben siempre seccionar si quieren mantener algo de su caracter imperativo; de resto son registros deshonestos. Creo que nuestra lengua está viva y que eso dificulta errar al hablarla, pero lo que hacen ustedes es, precisamente, no hablarla. Se nos están olvidando las palabras, hay unas que ya solamente sirven para inflar el diccionario y para darle material a los sarnosos alfabetizados que aman usar “acápite” en vez de “párrafo” y “a priori” en vez de “antes” y “vislumbrar” en vez de “ver”.
En Argentina, México, España, la costa, el llano, incluso Medellín (¡Medellín!) está más vivo el español que acá. Acá entre nosotros, entiéndanlo. El “sumerce” y el “veci” no valen porque ustedes nunca se lo dirían a una mujer con la que quieren algo serio. Acá entre nosotros decimos vainas como “laxo”, “by the way”, demás. Ustedes prefieren decir “get ready with me” con un inglés en bancarrota antes que decir “arreglense conmigo”.
Me preocupo porque yo soy parte de las generalizaciones que se pueden hacer a partir de ustedes. Y eso me da miedo porque sé que no caigo tan lejos de esas generalizaciones. Creo que nadie nunca llegaría a ellas a través de mí, pero ya hechas parece que combinan con mi pinta. No nos hagamos esto, por favor.
Yo amo esta ciudad. No sé si es que soy muy jóven o si es que soy muy aburrido. No sé si es que he buscado mal. Pero nuestros espacios son muy aburridos. Y los que no son nuestros pues no son nuestros. Yo me siento culpable. No los disfruto. Le doy la mano a alguien y luego me acuerdo de que fui a un brunch hace dos semanas y de que hay un primo mío que produce tropipop. Buscaré mejor. Estoy haciendo todo por hacerme digno y buscar. Si quieren buscar conmigo los invito a escribirme. Esta ciudad está hecha para que le orinen encima. Y yo enserio prefiero hacer mis necesidades en un orinal. Si quieren construir baños públicos escríbanme, por favor.
Antes de terminar tengo que volver a ustedes por última vez. Estoy muy frustrado con ustedes. ¡Me tienen considerando ir a toques en Teusaquillo! Dan un bote y le piden a su tío que los entreviste en El Espectador. No pueden escribir un buen párrafo y piden una columna en Semana. No les pido que no jalen de los hilos que tienen a su disposición, yo mismo sé que voy a levantarme por los míos hasta que se rompan. Sólo les pido que respeten. Que estén a la altura. Comiencen abajo. Pueden escribir algo en Bu!!a si quieren. Acá un error de ortografía no es tan grave. El otro día encontré un error de ortografía en una columna de opinión en Cambio; me dijeron que Papá Noel no existe. No hagan eso. Mantengan la ilusión. Pórtense como la gente que le han vendido al mundo que son. Y si no lo son, escóndanse, lejos de Instagram, lejos de TikTok, lejos de Twitter, de los medios masivos, de los emprendimientos, de las universidades, de todas partes.
El jueves le pregunté a Juan Esteban Lozano si la misa funeraria de su abuela iba a ser virtual. Hasta ahí han llegado las dudas que tengo sobre el respeto que ustedes le tienen a esta vida. Los veo tan calmados, tan laxos como dirían ustedes. Los veo así y siento miedo. Siento miedo de volverme así. Y cuando no es así siento otro miedo, peor porque está completamente fuera de mi control. Tengo el presentimiento de que ustedes se van a atrever a enterrarme remoto. A este ritmo mis hijos irán a mi funeral por Zoom.